Decepcionado

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A lo largo de mi experiencia como líder en las diferentes áreas, he conocido muchas historias de personas que han abandonado sus cargos y hasta la iglesia. Historias de gente herida, brincando de una iglesia a otra por haber visto a un líder fallar, podríamos contar demás. Entonces es cuando me pregunto, ¿Dónde está nuestro enfoque realmente? ¿Quién realmente nos llamó? ¿Con que derecho esperamos perfección de los demás?

Ser cristiano no es sinónimo de no equivocarnos, todos estamos en busca de crecer, mejorar cada día y ser transformados a la imagen perfecta de nuestra Señor.  Pero, si no falláramos o equivocáramos, no lo necesitaríamos a Él. Por eso nos dijo: “Bástate mi gracia”. Su amor nos hizo partícipes de su gracia.  Es común escuchar una crítica de alguien y seguido escuchar el comentario: “Y eso, que es cristiano, y eso, que es líder, y eso, que es pastor”… Olvidamos que los líderes, no importa la posición que ocupen, son seres humanos. Necesitan la gracia tanto como los que no lo son.

Son nuestras expectativas de cómo debe ser o cómo debe comportarse una persona lo que nos hace terminar frustrados, decepcionados y heridos.  Me fascina la historia de aquella mujer que fue sorprendida en el pleno acto del adulterio, y la presentaron delante de Jesús para ser sentenciada a muerte. Aquella mujer ni siquiera pidió perdón, sin embargo Jesús tuvo una respuesta que dejó sin armas a todos los que la acusaban: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.  ¿Acaso estás tú libre de pecado?  Allí operó la gracia.

En nuestra vida secular, no renunciamos a nuestro trabajo porque nuestro jefe o nuestros compañeros son imperfectos. Aprendemos a tolerar y manejarlos,  porque es de ahí donde recibimos nuestro sustento. ¿Y porque es diferente con la familia de la fe? ¿Acaso olvidamos lo que nos dice la palabra en Gálatas 6: 10 – 10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y MAYORMENTE A LOS DE LA FAMILIA DE LA FE? Hacer el bien (ser benignos) implica ser comprensivos, de buena voluntad, tener paciencia y amor con tu prójimo. Sin mencionar que la palabra nos dice que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Pregúntate: ¿Cuánto puedo ver a una persona fallar y creer que aun con sus fallas Dios puede usarlo?  ¿Me usa Dios a mí aun cuando fallo?

No sé tú, pero yo tengo que agarrarme del perdón todos los días. Puedo fallar continuamente en las cosas más sencillas.  Un día lloraba delante del Señor, pidiéndole perdón por mis fallas y errores, me sentía tan imperfecta, tan humana, tan vulnerable en momentos. Y aquella dulce voz dentro de mí  me recordó: “Yo te hice así, es tu debilidad lo que hace que te acerques a mi continuamente, es porque eres humana que me necesitas” Si no tuviera debilidades y no me equivocara, no tendría necesidad de buscarlo, pero Él escogió mostrar su perfección en  vasos de barro, para que toda la gloria sea de Él y no nuestra. Eso es gracia.

No sigas poniendo cargas sobre los demás, pon las expectativas en ti y proponte crecer y ser transformado cada día. No esperes de los demás más de lo que darías tú. El amor cubre multitud de pecados, por eso Jesús te conoce como eres y aun así, permanece a tu lado, porque el amor no abandona, el amor cubre la debilidad. Bendiciones.


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