Desde el tanque emocional

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Todos en algún momento de nuestra vida, de alguna manera u otra, hemos tenido expectativas sobre algo. Hemos querido trabajar en algún lugar, hemos soñado con estudiar algo específico, hemos anhelado pertenecer a algún grupo, alguna sociedad, hemos admirado a alguien y hemos anhelado ser parte de su grupo de personas cercanas, hemos audiocionado en algún evento del cual queremos formar parte, hemos querido ser el favorito de alguien o reconocidos en alguna área, nos hemos enamorado de alguien que no nos ha correspondido, hemos estado muy ilusionados con una idea o un sueño muy significativo y al poder compartírselo a alguien hemos encontrado un “no” por respuesta. En fin, todas estas cosas responden al grupo de necesidades básicas con el que todos nacemos. De la misma forma que traemos un tanque físico, que solo puede ser satisfecho con alimentos, traemos un tanque emocional que necesita ser satisfecho de igual forma. Y una de esas necesidades es la “necesidad de afiliación”.

No siempre nuestras expectativas son satisfechas, deben haber sido muchos los momentos donde hemos terminado frustrados y marcados por el rechazo ante alguna de estas ideas. Es por eso por lo que hay varias cosas, acerca del rechazo que quisiera compartir contigo hoy. Quiero dejar como base, que las temáticas de índole emocional que he estado compartiendo, parten del sentir en mi espíritu, del anhelo que Dios tiene por sanar y libertar a sus hijos, que han caminado por mucho tiempo heridos, confundidos, escondidos, atados sentimientos y pensamientos que los han limitado y opacado para el desarrollo de una vida sana y plena. Quizá tu que hoy me lees, puedes identificar en ti un sentir, un dolor, una marca con la que has estado viviendo, y que hasta hoy no le habías prestado mucha atención, porque te acostumbraste a vivir con ella como algo natural (porque nos acostumbramos a movernos heridos y limitados por la vida). Y cuando logras identificar algo que no ha estado funcionando bien en ti, y logras tocarlo, entonces es cuando lo puedes trabajar y llevarlo a la sanidad. De esta misma forma, ayudar a otros a sanar también.

En la medida que el rechazo nos golpea en algún momento, lo común es que reaccionemos ante él, pero lo correcto es que accionemos ante él, porque la verdadera raíz del problema no se encuentra afuera, sino dentro de mí. Reaccionar es como tratar de hacer bajar al que siento que está más alto que yo, a mi nivel (donde me siento yo desde lo que veo como mi desventaja), poniéndole o adjudicándole la responsabilidad por yo no poder llegar a donde él está.  Entonces dejo que la bola juegue conmigo en lugar de yo jugar con la bola. Accionar sería ir a la raíz de mi síntoma para trabajar desde adentro.

Déjame tratar de ilustrarte algo que quizás te ayude como me ayudó a mí. El sentimiento del rechazo no surge de la noche a la mañana en un evento particular. La raíz del rechazo está en nuestra etapa de niñez, incluso puede comenzar en nuestro desarrollo dentro del claustro materno. La herida de un rechazo es una herida silenciosa, pero punzante. No vamos por la vida llevándola como un pensamiento claro y tangible, es latente. De repente, en el evento menos esperado sentimos el golpe de un rechazo, no importa cual sea la circunstancia, pude ser alguno de los ejemplos de vida que mencioné al inicio del escrito o cualquiera otro.  Ahora bien, el evento puede ser cualquiera, uno de gran valor y peso o quizás uno que parezca una tontería de menor importancia, pero fue un rechazo. Al tener la marca del rechazo dentro de mí, funciona como un gancho.  El rechazo que vino de afuera conectó con ese gancho que estaba dentro de mí. Pero como no estoy consciente de esa herida dentro de mí, apunto hacia afuera y no puedo ver hacia adentro.

Lo que estoy explicando no le quita peso al evento. Solo trato de dirigirte hacia la manera de correcta de trabajarlo: Accionando en lugar de reaccionando. Para poder manejar el rechazo es importante tener claro que: “Vamos a ser rechazados en algún momento de nuestras vidas” – las personas somos diferentes y generalmente escogemos con quien tenemos cierta afinidad. “Ser rechazado no paraliza ni acaba con tu vida” – lo que te puede paralizar es detener tu vida ante el temor de ser rechazado. “El rechazo te prepara para mejores cosas en la vida” – en el momento no lo puedes ver ni pensar, el sentimiento es fuerte, pero es esto lo que precisamente, si lo sabes enfrentar de la manera correcta, lo que fortalece y madura tu carácter.

La persona que ha sentido con mucha fuerza la marca del rechazo suele cerrarse a recibir de otros, nadie quiere ser lastimado, así que crea una barrera de protección, es posible que tratando de lograr aceptación, la persona se vuelva complaciente, tratando de ser lo que los demás esperan que sea, pero no siendo quien genuinamente es, otros dejan salir la rebeldía, se vuelven hostiles, cobrando a otros lo que alguien les hizo sentir alguna vez y actuando de forma a su manera, algunos otros viven en un espíritu de autocompasión eterno viéndose siempre como las pobres victimas de las circunstancias.

Ninguna de estas reacciones te permitirá sanar. Para sanar debes comenzar con algo muy importante y básico, debes reconocer que tienes una herida. Aprendí a llamarle a esto: tocar la herida. Es real, no te la inventaste, existe. Ahora debo entender que no la quiero dentro de mi y mucho menos manejando mi vida. Así que debo comenzar a proferir perdón. El perdón a todos aquellos, en cualquier etapa de tu vida que te hayan rechazado como padres (no tratemos de justificar la gente por su relación con nosotros, lo que nos dolió nos dolió indistintamente de quien lo haya ocasionado), hermanos, personas de autoridad en tu vida (como maestros, familiares menos cercanos), amigos de la niñez y así sucesivamente. Busca pronunciar el perdón por lo que te hicieron, algunos serán más fáciles que otros, pero al final lo vas a lograr.

Esto es solo un inicio, pero es el camino hacia una libertad total. No te prives del disfrute de tu vida por llevar una herida. Quiero regalarte esta porción para que la uses como bálsamo sobre tu alma, recuerda que Jesús ya llevó todas nuestras heridas, El tomo la copa amarga que debimos haber tomado y nos dio a nosotros a beber su copa, la que nos restaura, la que nos da vida y nos llena de su plenitud.

Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Si, espera a Jehová- Salmo 27: 13-14.  Que la gracia sea contigo hoy y cada día.

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