En la tierra de mi aflicción

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Hay una foto que siempre ha impactado mi vida y la recuerdo cada vez que estoy atravesando algún momento de dificultad. Es la foto de una hermosa flor que está creciendo majestuosamente en medio de una grita de asfalto. Justo en el lugar donde todas las condiciones parecen estar en contra de lo necesario para poder crecer.

Viene a mi mente el pensar, ¿Cuán fácil es florecer en medio de condiciones adversas?  Si una flor puede crecer y resplandecer en medio de condiciones difíciles, ¿podremos hacerlo nosotros? ¿Quién soy en momentos de dificultad? ¿Cómo me comporto? ¿Qué sale de mí en esos momentos?  ¿Sabes tú que es en los momentos difíciles donde realmente sale lo que está dentro  de ti?

En los momentos de felicidad, ser bueno y tener una buena actitud, es sencillo. Pero en el momento del coraje, de la aflicción, de la traición, de la diferencia con mis padres, con mis amigos, incluso con una pareja, de la decepción o de la frustración por que las cosas no están saliendo como yo esperaba, es ahí donde sale lo que realmente soy en mi interior.

Entonces, ¿cuánto puedo mirar dentro de mí y ver aquellas cosas que necesitan ser trabajadas o mejoradas? ¿Puedo dejar de justificar una conducta que sé que no es correcta y comenzar a cambiarla? La justificación es el peor enemigo de la transformación. Usamos la justificación para todo. Recuerdo haber escuchado muchas veces a una persona decir: “yo soy así por que la vida y los golpes me hicieron así “, “soy así por que mis padres me trataron de esta o de esta otra manera”. Justificamos el ser personas de mal carácter, rebeldes, procrastinadores, negligentes,  quejumbrosos, desordenados, criticones, desconsiderados, desagradecidos, maleducados, burlones, entre algunas otras cosas que podemos mencionar.

Muchas veces podemos identificar estas cosas en nuestra vida, bien sea por que nos hemos percatado de ellas, o porque alguien no las ha señalado en algún momento. Pero siempre encontramos una buena razón para no mejorar o cambiarla. Y es en los momentos de dificultad donde estas actitudes sobresalen a la vista de todos. Y en lugar de alcanzar un grado de madurez y crecimiento para mejoramiento personal, nos mantenemos estancados repitiendo ciclos en nuestra vida. La misma conducta te va a llevar nuevamente al mismo resultado. Porque para lograr cambios, tienes que hacer algo diferente.

En el momento en el que no quiero hacer algo, es justo cuando debo hacerlo. Mi mente se va a oponer al cambio, pero  en mi conciencia sé que es necesario. Nada va a cambiar ni mejorar sin determinación.

Pienso en la historia de José “el soñador”. Cuantos momentos de dificultad debe haber pasado desde que era apenas un joven cerca de los 17 años. Rechazado y burlado por sus hermanos, vendido como esclavo, seducido para acostarse con la esposa de su amo (lo cual le hubiera costado mucho de haber cedido a esta presión), llevado preso injustamente y luego, olvidado por aquellos que prometieron ayudarle a salir de allí. Cuantos sentimientos de dolor, coraje, y frustración deben haber visitado el corazón de José durante todos estos años mientras acontecía todo esto en su vida. Pero llama mi atención, que después de haber sido puesto como gobernador, Dios le concede el privilegio de una esposa con quien tiene 2 hijos y les pone por nombre: Manases, que significa – causando el olvido y al otro hijo lo llamó Efraín, que significa- doblemente fructífero. Génesis 41:51 –  Y llamó José el nombre de su primogénito, Manasés; porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo y toda la casa de mi padre. Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.

Allí donde José pasó los momentos más duros de su vida, donde se sintió abandonado, solo, tratado injustamente, fue donde fue fructificado (lleno de frutos). Pudo haberse llenado de odio y amargura. Pudo haberse justificado para vengarse de sus hermanos, cuando los vio llegar por ayuda, pero lo mejor de él fue el fruto que se manifestó en ese momento.  Ser transformado y cambiado, depende totalmente de la actitud, el deseo del corazón y una relación directa con Dios,  y en nada de las circunstancias que puedas estar atravesando. Es precisamente ahí donde crecemos y maduramos y podemos evidenciar lo mejor que hay en nosotros. El fruto que debe ser evidenciado, es: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, este es el fruto del espíritu, que habla del carácter de Jesús en mí (Gálatas 5:22).

Tengo que decirte que es a través de enfocarte en Jesús que podemos alcanzar la actitud correcta para dar el fruto correcto. Con nuestras propias fuerzas, es muchas veces muy poco lo que podemos lograr. 1 Pedro 1:23 nos dice: Dios les ha cambiado su modo de vivir. Es como ustedes hubieran vuelto a nacer, no de padres humanos, que finalmente mueren, sino gracias al mensaje de Dios. Y es que ese mensaje da vida y nada puede destruirlo. La obra de Jesús fue para cambiar toda nuestra vida, de modo  que demos el fruto correcto, que es el que nos dará la victoria en medio de cualquier circunstancia. Es ese fruto el que nos hará sentir correctamente, porque fuera de él ninguno otro es correcto, no importa cuan buenas razones tengamos para justificarlo.

Comienza hoy, deja que el fruto correcto sea manifiesto a través de tu vida, de forma que puedas decir como José: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción. La gracia de Dios sea contigo hoy.  

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