Hasta llegar a ser

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Hay una palabra que ha estado ocupando mi mente en estos recientes días, es la palabra “transformación”. Y hay una verdad muy clara para nuestra vida, el anhelo del corazón del Padre es que, aquellos que son llamados conforme a su propósito eterno, sean conforme a la imagen de su hijo: “Porque a los que conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” – Romanos 8:29. Así que, muy a pesar de lo mucho que podamos soñar con un ministerio y el hacer grandes cosas en manos de Dios, el primordial propósito de Dios sobre nuestra vida, es que seamos como su hijo, que tengamos su carácter, su esencia, su soplo.

El mismo Pablo, quien escribió gran parte del Nuevo Testamento, dijo: sed imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo.  Así que, Pablo nos dejó claro como quien debemos llegar a ser. No hay un cometido mayor que este. Y justo a través de esta transformación es que vamos a poder comprender la profundidad de, como Jesús resumió todos los mandamientos en solo dos. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,  y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” – Mateo 22: 37-39.

Nadie podía amar a Dios tanto y a la misma vez amar al prójimo, reconociendo la grandeza de Dios en él, si no es igual a Jesús. Solo con el carácter de Jesús y siendo transformado a su imagen y semejanza, es que puedes lograr semejante amor.  Jesús tuvo tres años de ministerio en la tierra, y treinta años siendo convertido en el hombre que Dios quería hacer de Él.  Así que, ciertamente Dios fue, a través de esos treinta años, formando (grabando, sellando) su propia imagen en la vida de su Hijo. Por eso Jesús podía decir que su Padre y él eran uno. Y ahora tú y yo somos uno con ellos. Es por eso que Dios está llamando nuestra atención para que nos enfoquemos en lo que él nos quiere llevar a ser, grabar su imagen en nosotros (toda su plenitud).

Así que hoy te regalo esta palabra que ha sembrado Dios en mi espíritu para que la disfrutes y la tomes para tu vida. No sé cual sea tu anhelo, pero el mío es verme como Él me ve y ser transformada, cada día, a la imagen de su Hijo, para que otros lo puedan ver en mí. Quiero que algún día otros me digan: Wow! Compartir contigo, es como compartir con Jesús. Espero que tú puedas anhelar lo mismo. Al fin de cuentas, no hay mayor propósito de Dios para sus hijos que ese, ver a Jesús en cada uno de nosotros.

“Porque el Señor y el Espíritu son uno mismo, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros no tenemos ningún velo que nos cubra la cara. Somos como un espejo que refleja la grandeza del Señor, quien cambia nuestra vida. Gracias a la acción de su Espíritu en nosotros, cada vez nos parecemos más a él”.       2 Corintios 3:17-18

Deja que tu vida sea transformada, cada día más a través de su gracia, y disfruta mientras vas siendo transformado. Porque, esta leve tribulación momentánea que podrías estar atravesando hoy, no se compara con el enorme peso de gloria que será manifestado a través de tu vida mañana, no lo dudes.

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