Quiero

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Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para que obtengamos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro .

Hebreos 4:16

Marcos 1:40 nos habla de la historia de este hombre leproso que se acerca a Jesús y dice que, rogándole y arrodillándose le dijo: Si quieres, puedes sanarme. Los leprosos eran gente totalmente excluidos de las aldeas, se les prohibía estar cerca de todo y de todos, la gente los rechazaba y los marginaba por su enfermedad. Y, posiblemente, era muy lógico que se sintieran que nadie tuviera porque recibirles, porque aceptarles o hacer algo por ellos. No tengo la menor duda de que estaban acostumbrados a vivir marcados por el desprecio y la burla.

Así que, imagina este hombre sin recursos, sin respuestas, sin salidas, que entendía que nadie tenía porque hacer nada por él y, cualquier cosa que hicieran por él era como un acto de caridad, acercarse a Jesús y decirle que, si quería, podía sanarlo. En otras palabras, no tienes que hacerlo, pero si quieres. El siguiente versículo dice que a Jesús – se le enternecieron las entrañas, y extendiendo su mano lo tocó, y le dice: Quiero, ¡sé limpio! Y al instante la lepra sanó.

De seguro este hombre esperaba algún nuevo rechazo, ser ignorado o pasado por alto, a lo que ya estaba acostumbrado. Pero no fue así. El tierno corazón de Jesús no lo pasó por alto, no lo ignoró, sino que lo tocó, lo que nadie podía hacer, porque ellos eran considerados impuros y nadie podía tocarlos. Ya no existía para ellos un gesto o expresión de afecto.

Para Jesús aquella lepra no era nada, porque para él no hay nada imposible. Más que la lepra, Jesús vio un corazón herido, marcado por el rechazo. Y al tocarlo, no solo estaba sanando la lepra de su cuerpo, estaba llegando donde ninguna medicina podía llegar, a su corazón desesperanzado.

Hoy podrías estar pasando alguna situación por la que te sientes indigno, puede que te sientas solo, rechazado, desvalorizado. Quizá alguien te haya dado la espalda o te hayan traicionado. Es posible que malas decisiones de ayer, hoy te estén haciendo sentir culpable, miserable. Estás cansado, sin fuerzas o agotado, pensando en rendirte porque no ves recursos ni salida. No ves nada ni nadie que pueda ayudarte a salir de tu estado. Y puedas verte como el hombre de esta historia, para él ya no había esperanza.

Hoy Jesús, al igual que en ese momento, está pasando por tu lado. Y aun cuando te sientas como te sientes, si como aquel hombre, de manera tímida y en humildad, le preguntas si quiere ayudarte en tu situación, vas a escuchar la misma respuesta que aquel hombre escuchó: Quiero. ¿Puedes escuchar a Jesús respondiendo, Quiero?

Quiero sanarte, quiero libertarte, quiero consolarte, quiero abrazarte, quiero cubrirte, quiero proveerte, quiero, quiero, quiero. Lo que necesitas, no solo lo tiene, sino que quiere dártelo. Él sólo quiere que te acerques con un corazón sincero y humilde. No hay nada que él no sepa, tampoco hay imposibles para él. No dejes pasar la oportunidad de acercarte. Aquel hombre quizá ya no tenía fuerzas, pero no dejó que su situación lo venciera. Simplemente se acercó y tomó su milagro. Haz tu lo mismo y recibe el tuyo. El tierno corazón de Jesús y su misericordia están abiertos para ti.

Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para que obtengamos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro – Hebreos 4:16

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