Tiempo de ser

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Si algo ha ardido en mi corazón con mayor fuerza durante este tiempo es el anhelo de “ser”. En este tiempo en el que he estado más expuesta a escuchar acerca de la obra consumada de Jesús y su anhelo por darme a mí como hija, el privilegio de ser como lo fue Él en la tierra, ha despertado en mí muchas cosas, que hoy anhelo que despierten en ti.

Por años he estado escuchando acerca de la segunda venida de Cristo y, he querido buscar respuestas a muchas interrogantes que he tenido. Estudiar el libro del Apocalipsis y comenzar a entenderlo, más que como un libro que habla de lo que hemos conocido como fin de los tiempos, sino como la revelación de Jesús mismo presentándose como  aquel que venció la muerte y ahora reina con poder y gloria. Y luego me deja saber, a través de su palabra que, juntamente con Él, me sentó en lugares celestiales para gobernar, y lo hizo por puro amor, simplemente porque quiso (Efesios 1:5). No sé si a ti, pero todo esto hace que arda en mí el deseo de ser como Él. Continuamente viene a mí  mente el versículo donde les dijo a sus discípulos que, mayores cosas que las que Él hizo, ellos también harían, y esa misma palabra la dejó para nosotros, los que creamos en Él. (Juan 14:12)

Es por eso que surge en mí la confrontación: No se trata de cuanto pueda conocer o entender lo que tanto he escuchado acerca de una segunda venida de Cristo, se trata de cuanto me he empoderado de la que sí ocurrió realmente hace más de dos mil años atrás.  Imaginando que Cristo viniera hoy por mí: ¿Estaría lista para responderle que hice con todo lo que Él conquistó para mí en la cruz?  ¿He sido la hija  a quien Él le dijo que haría mayores cosas que las que Él hizo?

Jesús vino a la tierra, caminó entre nosotros y cumplió con su obra perfecta en la cruz, tomó las llaves, nos las entregó y nos delegó su reino para que fuera establecido a través de nosotros en una obra que ya Él hizo completa.   

Pero, ¿qué he hecho con esa obra de amor y poder  que Jesús hizo hace dos mil años? Igual me pregunto: ¿Dónde está la iglesia que Él empoderó a través de su obra completada en la cruz?  Jesús murió y resucitó, no solo para darnos salvación y vida eterna. Su obra fue completa para restaurar al hombre al plan original, al diseño de la eternidad que siempre estuvo en el corazón del Padre. Y cuando Jesús estuvo en la tierra, dedicó su vida en un despliegue de poder y milagros por doquier. Sanó enfermos, libertó oprimidos, resucitó muertos, calmó la tempestad, alimentó multitudes, mostró perdón y misericordia a todos y nos dejó su gracia redentora. Y luego le dijo a sus discípulos: “cosas mayores que estas, ustedes harán”.  Y esa promesa, era un estilo de vida para todo aquel que creyera, porque luego descubrimos en la palabra: “estas señales seguirán a los que creen”. (Marcos 16:17)

Entonces, pienso: hemos estado esperando una segunda venida de Cristo, pero, ¿que hemos hecho con todo lo que nos dejó en la primera? Él nos dijo que somos la luz del mundo, ¿estamos alumbrando? Nos dijo que somos la sal, ¿estamos sazonando? Nos dio potestad para sanar y libertar, para hollar serpientes y escorpiones y potestad sobre toda fuerza del enemigo, ¿estamos empoderados con esa palabra de autoridad que nos dejó? o ¿salimos a correr ante cualquier crisis usando la misma palabra para justificarnos?

No sé a ti, pero Dios ha estado confrontando mi vida a la luz de su palabra y sus planes para conmigo. Y está diciendo claro que es tiempo de “ser”: tiempo de ser los hijos que Él vino a empoderar en su obra consumada, en la que no es necesario añadir nada más, solo recibirla y vivir en ella.

¿Cuán cerca estaremos de una segunda venida?, no lo sé.  Pero hoy quiero invitarte y creo que juntamente conmigo, tú quieres ser uno de esos hijos. El hijo, que como Jesús, hace lo que vio a su Padre hacer, el hijo que se alinea al plan de la eternidad y que recibe la obra completada que ya Jesús nos dejó. Los hijos llenos de Él, los valientes de Jesús, la generación que marca la diferencia porque sabe que nuestro Dios va por encima de todo y ya nos hicieron más que vencedores. Vamos, ¡empodérate! Bendiciones

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