Hijo de David

En estos días, mientras meditaba, el Señor me llevaba a la historia de este hombre llamado Bartimeo. Salía Jesús de Jericó con sus discípulos y dice la historia que, “junto al camino” se encontraba este hombre ciego que al escuchar que Jesús pasaba por allí, comenzó a gritar: “Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí”. La gente a su alrededor trató de detenerlo, pero él, con más fuerza seguía gritando: “Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí”. Entonces Jesús, al escuchar a este hombre, se detuvo y mandó a llamarlo. La gente, al ver que Jesús se  detuvo, fue a buscarlo. Dice la historia que aquel hombre de un brinco, soltó la capa que le cubría, se puso de pie y se acercó a Jesús. Entonces llegó la parte crucial de esta historia, Jesús le pregunta a este hombre: “¿Qué quieres que te haga?” Y entonces, Bartimeo, sin tener que pensar mucho sobre la respuesta le dijo: Maestro, que recobre la vista. De inmediato Jesús le respondió: “Puedes irte, estás sano, porque confiaste en Dios”. En ese momento, este hombre recobró la vista y siguió a Jesús “por el camino”.

Muchos caminaron con Jesús y le reconocían como Señor, Maestro, Profeta. Pero reconocer y llamar a Jesús como hijo de David, era reconocer que Él era el cumplimiento de todo lo que estaba escrito. Reconocer a Jesús como hijo de David fue la oración perfecta y completa que llevó a este hombre a su total milagro. Reconoció (no tuvo dudas) a Jesús al pasar, le adjudico la presencia del Padre en Él y pudo hacer esto por la intervención del Espíritu Santo. No hay otra forma de reconocer la plenitud y deidad en Jesús si no es por la intervención del Espíritu Santo en tu vida.  Llamar a Jesús hijo de David, es reconocerlo como el hijo del Dios viviente, el camino, la verdad y la vida. Por eso solo los que lo reconocían podían adjudicar este título sobre Él (lo que nunca pudieron hacer los fariseos y religiosos)

Bartimeo era ciego físicamente, pero su interior había sido iluminado, Lo que implica que su visión espiritual había recibido un alineamiento con la eternidad. Fue por eso que Jesús no tuvo que cruzar mayores palabras con él.  Bartimeo había recibido la relación clara de quien era Jesús, y no solo lo recibió, sino que no tuvo miedo de gritarlo públicamente. Mientras gritaba: “Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí”, estaba anunciando: Sé quien eres, te reconozco y no solo sé quién eres,  también sé que en ti está todo lo que yo necesito.  Este hombre, era solo ciego físicamente, porque su interior estaba claro como la luz del medio día.  

Por eso fue que logró la atención de Jesús. Jesús se detuvo, porque Jesús se detiene ante aquellos que le reconocen, ante aquellos que pueden ver quien es Él y lo que es capaz de hacer en sus vidas. Por eso la respuesta de Jesús fue tan inmediata y clara: Vete, tu fe te ha salvado. Ya Bartimeo había alcanzado la revelación que definiría su vida. Por eso pudo, sin pensarlo, soltar la capa que le cubría. Ya esta capa no ocultaría la luz que estaba dentro de Bartimeo, no detendría la operación de Dios en su vida y a través de su vida. Este hombre había soltado lo que hacia que la gente lo reconociera por su vieja vida, su vida de ciego, de mendigo, de impotente, de la inercia que lo detenía. Ahora, sin esta capa sobre él, la luz, la nueva realidad de este hombre sería expuesta para que todos pudieran ver el poder de Dios en él.

Jesús está pasando hoy y, al igual que donde estaba Bartimeo, la multitud (todo alrededor) está haciendo mucho ruido, pero es esto precisamente lo que hace notoria su presencia, es algo que no se puede ocultar. Él está más cerca que nunca antes, tan cerca que puede escuchar que lo llamas por encima de las voces que puedan estar sonando. Alinea tu oración hoy a la oración que te conecta con el trono de Dios. Solo tienes que reconocer quien es y que Él tiene todo lo que tú necesitas.  En Él está la plenitud, Él mismo es el camino, la verdad y la vida. Por eso Bartimeo entró en el camino, porque entró en Jesús. Ya su vida no tendría más necesidad. Tan pronto entró al camino pasó de las tinieblas a la luz.

Después que puedas entender quién es Él, entonces siente como se acerca a ti y te pregunta: ¿Qué quieres que te haga? Bartimeo pidió algo que jamás le permitiría volver atrás en su vida. “Maestro, que recobre la vista”. Bartimeo estaba pidiendo nunca más desenfocarse, nunca más perder la claridad de que todo lo  que necesitaba estaba en Jesús. Bartimeo quería permanecer en la luz, nunca más en tinieblas. Porque, cuando puedes encontrar la luz, nunca más quieres volver a estar en tinieblas. Por eso no solo pidió ver la luz, sino que se fue tras ella y nunca más perdió el camino.

Este es el tiempo de reconocer lo que es Jesús y cuanto lo necesitas. Él anhela ocupar el lugar correcto en tu vida y desplazar toda tiniebla. Está frente a ti y te extiende la pregunta: ¿Qué quieres que te haga? Es tu momento para responder, vamos.  El hijo de David, el cumplimiento, la plenitud  de Dios está aquí y espera tu respuesta hoy.

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