Un te amo hueco y vacío

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Creo que de una manera u otra, todos hemos vivido la triste experiencia del desamor. Escuchar un “te amo” de alguien que solo lo dijo por decirlo, pero su conducta estaba muy lejos de mostrar eso como una vivencia real. El amor,  en la experiencia humana envuelve entrega, sacrificio, morir a ti mismo muchas veces para hacer feliz o complacer a la persona a quien se ama. Brindarle un te amo a alguien dentro de una experiencia de intimidad, o un hermoso compartir, cuando no hay problemas, en momentos de calma y paz, es muy fácil. Pero demostrar un te amo en el momento del dolor, es una cosa muy diferente.  Puede que alguien jamás te diga un “te amo”, pero sus acciones para contigo hablen muy alto en la demostración de ese sentimiento.  Para la persona que recibe un “te amo”, pero no puede encontrar la acción ligada a la palabra, experimenta un sentimiento de  dolor, de sentirse utilizado, burlado, traicionado, rechazado y a veces incluso hasta con culpa, cuestionándose o sintiéndose inmerecedor o pensando que hizo algo para merecer no haber sido amado. No es una experiencia que deseas vivir.

Pero, ¿te has puesto a pensar alguna vez que, si hay alguien que ha tenido que escuchar los más huecos y vacíos “te amo”, ha sido Dios?    Decirle a Dios “te amo” cuando estas en el tiempo de alabanzas en la iglesia, o en tu tiempo de oración en tu casa o en el carro, o donde sea que lo tengas, es fácil. Cuando recuerdas sus bendiciones y su favor inmerecido para contigo y los tuyos, facilita esa expresión que sale de nuestros labios como melodía: “te amo Dios”.

Pero, ¿cuánto trecho hay de un  hermoso “te amo“a una demostración de obediencia? ¿Cuánto deseo realmente tengo de morir a mi yo para que viva Cristo en mí? ¿Cuánto estoy listo para morir a mis planes, mis sueños, mis metas personales para que sean las de Él las que tomen el lugar? ¿Cuánto estoy dispuesto a ser transformado y cambiado a la imagen de Cristo? ¿Cuánto valoro y considero una palabra que sale del altar para mi vida como una palabra que viene a transformar mi manera de vivir? ¿Cuánto creo su palabra realmente y en el cumplimiento de ella sobre mí? ¿Cuánto puedo ver y recibir su obra sanadora en mi vida, que aun sabiendo que por sus llagas yo soy sano, sigo declarando y recibiendo la enfermedad como una verdad en mi vida? ¿Cuánto le sigo llamando “proceso” a todo lo que no quiero o me cuesta hacer? Porque, como dice mi pastor, las bendiciones que Dios nos ofrece las queremos rápido, pero las cosa que nos llama a hacer, las metemos en un “proceso”.  Podemos decirle – Señor, llévame despacio que tú sabes que esto es un “proceso”, pero no le decimos – Señor, bendíceme despacio, que tú sabes que esto es un “proceso”…

No pienses que te estoy trayendo una palabra con la que yo misma no fui confrontada. Poder entender que en el reino no importan las emociones como las conocemos humanamente y que un “te amo” para Dios, unido a una vida que no lo muestra con acciones de obediencia, es un “te amo” hueco y vacío, carente de valor y significado para Dios. Por eso en su palabra le dijo a su pueblo: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”.  Como decimos en Puerto Rico, “con la boca es un mamey”.

Hoy te invito a que eches una mirada hacia adentro y examines tu vida. Ya basta de “te amos” huecos y vacíos, si tú no los quieres recibir de nadie, tampoco se los digas a Dios, Él sabe más que eso. Dios quiere tu amor a través de tu obediencia y no de tus labios. Si ya sabes lo que Dios está pidiendo de ti y no lo estas haciendo, hoy es un buen día para comenzar. Si no lo sabes, hoy es un buen día para preguntarle acerca de tu diseño y propósito, Él quiere que tú lo sepas y lo comiences a trabajar. Bendiciones.  

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