Derecho de admisión

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En cierta ocasión compartía con una persona acerca de lo que implica este anuncio de “Nos reservamos el derecho de admisión” en los diferentes establecimientos donde lo podemos encontrar, incluso en las iglesias. Y la realidad es que todo tiene su razón de ser aunque no siempre lo entendamos o nos parezca ilógico. En lo personal, yo creo que más que un letrero en los establecimientos, este pensamiento debería ser para nosotros un filtro que nos ayude a elegir a quien le damos acceso en nuestra vida. Ciertamente, no importa cuán buena persona podamos ser y cuanta capacidad tenemos para amar como Jesús lo hizo, es importante que sepamos escoger las personas con quienes compartimos. Compartir una comida, un café y hasta alguna salida es algo trivial que podemos disfrutar con mucha gente. Pero una amistad sincera, un secreto, un problema personal o familiar, un asunto de salud, una inquietud,  entre otras cosas, no es algo que compartes con cualquiera.

Aprendí con mi pastor en uno de sus sabios mensajes que, mi don (el talento que he recibido de Dios) quizá puede ser compartido con todos, pero mi persona (mi interior, mi intimidad, mi espacio personal),  no. No todo el que llega a tu vida viene a quedarse, hay gente pasajera, que llegará por algún tiempo o en el compartir de una causa en común y luego se irán. Hay otros que permanecerán y más que un conocido, serán grandes amigos, hermanos que se unen a tu vida con quienes compartirás con mayor intimidad.  Muchas veces terminamos heridos porque compartimos áreas o secretos de nuestra vida con alguien que solo estaba de paso y al irse de tu vida se llevó algo de ti que nunca debió haber tenido y lo compartió con otros que nunca debieron haber tenido acceso a esa información o conocimiento de tu persona.

Aprendamos a definir quién es quién y  qué de mi vida puedo compartir con cada uno. La palabra nos ensena a evaluar a las personas por sus frutos. Hay gente con mucho carisma y personalidad, simpatía, alegría y algunas otras buenas cualidades, pero eso no los hace tener el fruto correcto. Los frutos hablan de un carácter formado que denotan madurez, lealtad, fidelidad, estabilidad, confiabilidad, compromiso,  entre otras cosas. Jesús tenía muchos seguidores, y solo 12 discípulos  y si lees bien te darás cuenta que no todos estaban tan cerca de Él. Él escogió con quien compartir en más intimidad, no lo hizo con todos.

Todos pueden compartir con nosotros un buen tiempo y gratas experiencias, pero el derecho de admisión a algo mayor en tu vida, lo decides tú. Escoge bien. No te enfoques en la personalidad, ve a ver el fruto antes de abrir tu corazón, no sea que entregues algo valioso de tu vida a las personas incorrectas y termines lastimado. Bendiciones.

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