Debe haber mucho más

Ayer la iglesia en el mundo  estuvo de fiesta celebrando las Fiestas del Pentecostés. Esta celebración tiene su historia hace mucho tiempo atrás cuando el pueblo de Israel fue libertado del tiempo de esclavitud que vivió en Egipto. Era una celebración en familia, en gratitud a Dios por haberlos libertado. Años después, esta misma fecha fue marcada de manera sobrenatural, cuando los apóstoles, estando todos unánimes juntos, recibieron la promesa del Espíritu Santo que les había hecho Jesús antes de partir: “Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis TESTIGOS  tanto en  Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” – Hechos 1:8.

Por mucho tiempo hemos pensado, hablo por mí y por muchos otros que conozco, que la impartición  del Espíritu Santo, era para dar poder para libertar, para sanar y  para la manifestación de las señales y prodigios que habla la palabra. Pero cuando lees Lucas 10, te das cuenta que ya los discípulos habían sido comisionados para hacer esto, tanto así que en el versículo 17 de este capítulo, regresan emocionados donde Jesus y le cuentan cómo, hasta los demonios se le sujetan en su nombre. Jesús les contesta más adelante: “no se alegren de que pueden hacer eso, alégrense de que su nombre está escrito en el cielo”. Al leer esta expresión de Jesús te lleva a pensar que hay algo mayor que eso.

Entonces, cuando estudias en Hechos 2 el evento ocurrido este día, hay algo que llamó mi atención. Después de haber venido sobre ellos el fuego del Espíritu Santo y haber todos comenzado a hablar en otras lenguas, los que estaban a su alrededor, estaban maravillados por escucharles hablar en sus propias lenguas, pues eran todos de diferentes partes y comenzaron a identificar sus lenguas maternas y escucharon que hablaban las maravillas de Dios.  Al no tener una respuesta lógica para lo que ocurría, algunos comenzaron a decir que estaban borrachos.

Fue entonces cuando Pedro se puso en pie en medio de ellos y les habló diciendo: …déjenme explicarles lo que sucede, son las 9 nueve de la mañana, y estos varones que están aquí no están borrachos, pero aquí, en presencia de ustedes se está cumpliendo lo que anunció el profeta Joel cuando dijo: “Sucederá que en los últimos días, dice Dios,  derramaré de mi espíritu sobre toda carne y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán y vuestros ancianos soñarán sueños. Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra…Hechos 2: 17-19

Pedro estaba hablando de otra dimensión, estaba diciendo que lo que aquellos hombres estaban manifestando no era algo que estaba ocurriendo aquí. El último versículo dice: “daré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra”. Lo que te lleva a entender la expresión de Jesús al partir diciéndoles: “me seréis testigos” – un testigo es uno que ve y escucha. Estos hombres se encontraban en una puerta a la eternidad, siendo testigos de los prodigios  de Dios para poder hablarlos y manifestarlos abajo en la tierra.

No sé si tú me estas entendiendo, pero lo que quiero que hoy quede claro en ti es, que el Espíritu Santo no vino meramente a repartir lenguas, y estar lleno del Espíritu Santo no es tan solo hablarlas. Hay algo mucho mayor que Dios  tiene para sus hijos hoy. Prodigio significa: Hecho o fenómeno  que excede los límites regulares de la naturaleza,  acto del poder divino superior al  orden natural. Es por eso que para presenciar muchos de ellos, solo puede ser en una dimensión que no es la natural. Pero para que estas cosas ocurran, debemos creerlas y anhelarlas. El profeta dijo: “sobre toda carne”, lo que nos incluye a ti y a mí. Las dimensiones de la eternidad, son algo que Dios quiere compartir con los hijos y las hijas que quieran algo más que las añadiduras. Son para aquellos que desean una relación de intimidad con Él, una vida llena de su Espíritu para que sea visto Él y no nosotros. Testigos que quieran hablar de sus grandezas y ver el resto de las cosas ser hechas por el mismo, como pasó en la iglesia de Hechos.

Anhelemos algo más, atrévete a decirle a Dios: yo quiero más de ti y menos de mí. Que podamos menguar para que crezca Él. No debe haber nada mayor que ser testigos de sus prodigios, du sus grandezas, de su poder. Anhélalo hoy tanto como Él desea tener una relación contigo en su corazón paternal. Este es el tiempo  de los hijos, no te conformes. Bendiciones.

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