En el Secreto

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Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

Mateo 6:6

Es posible que, todo el que pertenezca a una congregación o a un lugar de reunión como la familia de Dios, alguna vez haya sentido el empuje de actividades y programas con las que se llena la agenda de esta. Por años hemos estado enfocados en hacer, creando actividades de todo tipo. Actividades evangelísticas, día del Pastor, día de las ovejas, cultos de damas, cultos de caballeros, cultos de niños, culto de jóvenes, cultos en los hogares, campañas de sanidad, y otras tantas cosas más.

Cuando llegó la pandemia que arropó al mundo, y todos tuvimos la obligación de quedarnos en casa, todos los programas se detuvieron. Ya no se podía hacer reuniones, ni servicios, ni actividades donde estuviéramos aglomerados. Cada uno en su casa buscando a Dios de manera individual, aunque el internet ayudó mucho con la variedad de servicios que se pudieron transmitir a través de los diferentes medios. Pero le tocó ahí a cada uno darse cuenta, de que tipo de relación tenía con Dios. Cuánto dependía del mensaje de cada servicio y actividad de su iglesia para poder conectar con Él.

Habíamos pasado tanto tiempo haciendo, que dejamos de ser. Dejamos de ser los hijos del Padre. Cuando entendemos la figura de Jesús en la tierra, podemos ver cómo su mensaje siempre era acerca del Padre. Jesús no hizo otra cosa que no fuera ser hijo, y su conexión como hijo le permitió hacer todo lo demás. Porque es precisamente esa relación de intimidad con el Padre lo que nos define. Si no conocemos al Padre, si no desarrollamos una relación con Él, no vamos a poder entender nuestro diseño y asignación en este paso por la tierra.

De todas las cosas que los discípulos pudieron haberle pedido a Jesús, solo le pidieron que los enseñase a orar. Ellos se percataron de que ahí estaba la clave de todo lo que Jesús hacía. Su relación íntima y directa con el Padre era lo que lo dirigía para poder hacer todo lo demás y los discípulos lo entendieron. Y si Jesús tenía que hacer espacios para tener intimidad con su Padre, ¿qué nos hace pensar que nosotros no necesitamos hacer lo mismo cada día?

Así como una pareja de esposos se compenetra y necesita mantener ese tiempo de acercamiento e intimidad continua, nosotros también lo necesitamos. Por eso la palabra nos habla acerca de la relación de matrimonio, porque nosotros somos la esposa. Y la esposa y el esposo anhelan estar juntos, conociéndose más, compartiendo y disfrutándose más cada día.

El mundo se acerca a tiempos difíciles, y necesitamos haber aprendido a ser dependientes del Padre y de su dirección en nuestras vidas. Si todavía eres pastor-dependiente o líder-dependiente, tendrás conflictos. Necesitamos desarrollar esa intimidad con el Padre y saber que la tenemos donde quiera que estamos. Y que, en medio de cualquier circunstancia, nada ni nadie me podrá quitar esa relación que yo tengo con mi Padre, por que solo depende de Él y de mí, no de nadie más. Entra en el secreto con tu Padre y sé hijo. Entra en su descanso y deja que solo Él guíe tus pasos. Nadie puede llenar y dirigir tu vida como Él.

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